Madrid, España. La imagen de la Virgen de Guadalupe, símbolo profundo de la religiosidad y la identidad hispanoamericana, protagoniza una magna exposición en el Museo del Prado, en Madrid, bajo el título Tan lejos, tan cerca: Guadalupe de México en España. La muestra reúne 70 obras –en su mayoría parte del patrimonio español– que dan cuenta de la poderosa devoción que cruzó el Atlántico desde el siglo XVI, hasta consolidarse como emblema religioso, cultural y político de la Hispanidad.
La exposición, impulsada por el director del Prado, Miguel Falomir, busca saldar una deuda histórica: el injusto menosprecio al arte virreinal americano, que durante años fue relegado del canon artístico europeo. Con esta exhibición, el museo emprende una revisión profunda de su papel en la narrativa del arte universal.
Curada por los especialistas mexicanos Jaime Cuadriello, de la UNAM, y Paula Mues Orts, del INAH, la exposición se articula en 11 secciones temáticas. Incluye pinturas, esculturas, grabados y libros que explican cómo la “Virgen morena”, surgida en el Tepeyac en 1531, se transformó en una figura clave en el imaginario religioso español, con más de mil representaciones virreinales localizadas en toda la península ibérica.
Además, la Casa de México en España complementa la propuesta con una muestra contemporánea sobre el culto guadalupano, mediante arte popular y la instalación Camino al Tepeyac, de la artista mexicana Alinka Echeverría, que retrata con crudeza y humanidad a los peregrinos actuales.

De símbolo criollo a imagen universal
La Virgen de Guadalupe se convirtió, desde la época virreinal, en bandera de los criollos que aspiraban a una identidad propia frente a la metrópoli. Este fenómeno fue determinante para que su imagen se reprodujera masivamente, no sólo con fines devocionales, sino también políticos.
El doctor Cuadriello subrayó que se trata de “la imagen de culto más venerada por la cristiandad”, incluso fuera del catolicismo. Y no es para menos: su iconografía –con raíces en las inmaculadas medievales del norte de Europa– fue resignificada en el contexto novohispano, convirtiéndose en la “concepción de México” y símbolo de una religiosidad propia.
Por su parte, Mues Orts señaló que la exposición busca evidenciar que el arte novohispano no fue una copia menor del europeo, sino una expresión artística genuina, en constante diálogo con las corrientes de su tiempo.

Una reparación histórica
La exposición es también una crítica implícita al abandono del arte virreinal por parte del propio Museo del Prado en décadas pasadas. “Fue un error colosal”, reconoció Falomir, al recordar que la colección virreinal del museo fue desechada en otro tiempo por considerarse de “poca calidad artística”.
Con esta muestra, el Prado pretende reivindicar ese legado y contribuir a “descolonizar” la historia del arte desde los hechos, no desde la retórica ideológica: “mostrar que todo arte tiene un valor equiparable, aunque distinto en sus formas”, puntualizó el director.
Una devoción que sigue viva
Mientras el arte oficial hace justicia a la imagen guadalupana, el fervor popular nunca ha menguado. La exposición paralela en la Casa de México demuestra que el culto sigue vigente, con expresiones artísticas contemporáneas que honran a la Virgen en contextos tan disímiles como la fe rural y el arte urbano.
Así, la Virgen de Guadalupe no sólo traspasó océanos, sino siglos, manteniéndose como un puente espiritual entre México y España, entre la tradición y la modernidad, entre la fe popular y el arte elevado.