Ciudad de México. Rosario Castellanos cumpliría hoy 100 años y México la recuerda no sólo como una figura central de la literatura nacional, sino como una intelectual combativa, una pionera del feminismo y una voz firme frente a la opresión. Su legado resurge con fuerza en un país que sigue enfrentando muchas de las desigualdades que ella denunció desde la escritura y la vida pública.
Desde reediciones de sus novelas más emblemáticas hasta exposiciones, puestas en escena y conversatorios, la conmemoración de su centenario pone en el centro a una autora que incomodó a su época, denunció el machismo estructural y visibilizó la marginación indígena desde una perspectiva crítica y profundamente personal.
Aunque nació en Ciudad de México el 25 de mayo de 1925, fue su infancia en Comitán, Chiapas —territorio marcado por la desigualdad social y étnica— la que moldeó buena parte de su visión del mundo. En obras como Balún Canán y Oficio de tinieblas, Castellanos exploró las contradicciones del poder, la culpa y el privilegio desde una mirada íntima, pero ferozmente política.
“Éramos los amos, pero no lo sabíamos. Éramos los culpables, pero no lo sabíamos”, escribió en Balún Canán, una frase que sintetiza el despertar de conciencia que marcó su vida y obra. A lo largo de su carrera, Castellanos desafió tanto al canon literario como al poder político e intelectual. “Confrontó al establishment, a los muchos machismos de los cacicazgos intelectuales”, recordó su hijo, Gabriel Guerra Castellanos, en declaraciones recogidas por El País.
Más allá de la escritura, su compromiso fue tangible. Llevó teatro a comunidades indígenas de Chiapas, recorriendo largas distancias en mula o a caballo. Fue también una diplomática activa: entre 1971 y 1974 fungió como embajadora de México en Israel, donde murió en un accidente doméstico a los 49 años.
Pese a la narrativa que suele rodearla —la de una figura melancólica y trágica—, su hijo rechaza esa visión reduccionista. “No puedes ser un melancólico y estar en la sierra ayudando a comunidades indígenas. Esa es una visión patriarcal que busca disminuir su impacto”, afirmó.
Una exposición actualmente abierta en el Colegio de San Ildefonso reúne manuscritos, objetos personales, fotografías y una máquina de escribir que Castellanos compró con esfuerzo. “Queremos mostrar su dimensión cotidiana y humana, sin dejar de lado la fuerza de sus ideas, que hoy siguen tan relevantes como entonces”, explicó Juan Pablo López Quintana, del equipo curatorial.
Castellanos rompió silencios. Denunció estructuras. Se abrió paso en un mundo literario dominado por hombres, sin renunciar a su voz ni a su causa. A cien años de su nacimiento, el eco de sus palabras sigue sonando en las aulas, en las calles, en los libros y en los corazones de quienes aún encuentran en su obra una guía para pensar, resistir y transformar.
Con información de Carlos S. Maldonado / El País