Ginebra, Suiza. El antiguo anhelo de los alquimistas ha encontrado una inesperada manifestación científica en pleno siglo XXI. Investigadores del experimento ALICE, en el Gran Colisionador de Hadrones (LHC) del CERN, han logrado observar por primera vez la conversión de átomos de plomo en oro, utilizando avanzadas técnicas de física nuclear. Este hallazgo, publicado recientemente en Physical Review C, marca un avance notable en el estudio de las interacciones entre partículas subatómicas en condiciones extremas.
El experimento ALICE (siglas de A Large Ion Collider Experiment) fue diseñado con un objetivo ambicioso: recrear las condiciones que existían microsegundos después del Big Bang, mediante colisiones de iones pesados. En ese entorno de energía extrema, los núcleos atómicos se fragmentan y reconfiguran. Fue en este contexto que los científicos detectaron una conversión directa del plomo —metal base con 82 protones— en oro, que posee 79.
El proceso se conoce como disociación electromagnética. Ocurre cuando el intenso campo electromagnético del colisionador genera fotones capaces de alterar el núcleo de los átomos colisionados, extrayendo protones y neutrones. Uliana Dmitrieva, miembro del equipo de ALICE, explicó que gracias a los detectores ZDC del experimento fue posible analizar sistemáticamente la señal de producción de oro, algo que nunca antes se había logrado de forma experimental en el LHC.

A pesar de lo extraordinario de la transmutación, los científicos enfatizan que no se trata de alquimia, sino de un fenómeno nuclear. «Los métodos químicos jamás podrían lograrlo. Sólo ahora, con aceleradores capaces de empujar átomos al 99.999993 % de la velocidad de la luz, es posible inducir este tipo de reacciones», aclaró Dmitrieva.
El oro producido, sin embargo, es efímero. Aunque se generan alrededor de 89 mil núcleos de oro por segundo, esta cifra representa apenas una fracción ínfima del total de 174 mil millones de átomos de plomo en cada haz. Además, gran parte del oro formado se desintegra debido a la energía extrema del entorno, haciendo imposible cualquier uso práctico o comercial.
Marco Van Leeuwen, portavoz de ALICE, celebró el nivel de precisión alcanzado: “Es impresionante que nuestros detectores puedan captar tanto las colisiones más caóticas como los procesos más sutiles, como esta rara forma de transmutación nuclear”.
Junto al oro, los científicos también observaron la formación de talio y mercurio, completando un trío de metales que, aunque no duraderos ni extraíbles, representan un avance en la comprensión del comportamiento nuclear en estados extremos.
En definitiva, aunque no nos acercamos a la fabricación industrial de oro, el experimento marca un paso clave en el estudio de los elementos y sus transformaciones. El sueño alquímico, al menos en el laboratorio, ya tiene una base científica.