Querétaro. Este domingo, la Diócesis de Querétaro comparte el Evangelio correspondiente al Cuarto Domingo de Pascua, tomado de San Juan (10, 27-30), en el cual Jesús revela con claridad la relación íntima con sus discípulos y su identidad con el Padre.
«Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen», dice el Señor, en una declaración que trasciende los tiempos y reafirma la centralidad de la escucha y el seguimiento como signos de pertenencia a su rebaño. Jesús no sólo se presenta como el Pastor que guía, sino también como quien da la vida eterna a sus ovejas, asegurándoles que jamás perecerán.
El mensaje tiene un peso profundo para la comunidad cristiana: «Nadie las arrebatará de mi mano», promete Cristo. Es un recordatorio poderoso de la protección divina y de la fidelidad de Dios hacia los que creen y permanecen en su amor. Jesús aclara que esta seguridad no es sólo una promesa suya, sino una garantía respaldada por el mismo Padre: «Me las ha dado mi Padre, y él es superior a todos».
El fragmento concluye con una de las afirmaciones más tajantes de la divinidad de Cristo: «El Padre y yo somos uno». Esta declaración, que ha sido pilar teológico del cristianismo, no sólo reafirma la identidad de Jesús como Hijo de Dios, sino que también consolida la confianza del creyente en la Trinidad.
Este domingo, conocido también como el del Buen Pastor, invita a reflexionar sobre la fidelidad, la pertenencia y la confianza plena en el amor salvador de Dios, quien cuida de su pueblo con ternura y firmeza.