Nueva York, EE.UU. Con un tono firme y sin rodeos, el presidente Donald Trump dejó claro, desde la histórica Academia Militar de West Point, que su nueva etapa al frente del país llega con un giro decidido en materia militar: las políticas de identidad de género y teoría crítica de la raza ya no tendrán lugar en las filas del Ejército estadounidense.
Durante su primer discurso de graduación militar tras retomar el mando, el mandatario celebró a los nuevos oficiales, pero también aprovechó la ocasión para marcar distancia con el enfoque adoptado por administraciones anteriores, que, según él, «sometieron a nuestras fuerzas armadas mientras dejaban nuestras fronteras indefensas».
Trump fue directo al afirmar que ya no habrá “transgénero ni teoría crítica de la raza para todos” en las fuerzas armadas, calificando estas doctrinas como imposiciones ideológicas que nada tienen que ver con la misión de defensa nacional. “Nuestro deber no es adoctrinar, es preparar para la victoria”, sentenció.
El mensaje fue bien recibido entre los asistentes, en especial por los altos mandos que han visto con preocupación cómo, en los últimos años, el Ejército fue convertido —según palabras del propio presidente— en “un experimento político” que desviaba el foco de la seguridad nacional hacia causas ajenas al interés estratégico.
Trump también fue enfático al señalar que Estados Unidos ya no participará en “cruzadas de construcción nacional en naciones que no quieren saber nada de nosotros”, criticando el papel que líderes del pasado jugaron al enviar tropas a conflictos prolongados y poco efectivos.
Lejos de limitarse a la crítica, el presidente Trump mostró su lado más humano al reconocer el esfuerzo de los cadetes, e incluso indultar a media docena de ellos por faltas disciplinarias menores, en un gesto que fue leído como una reafirmación de confianza en el potencial de estos jóvenes líderes.
El discurso, salpicado de frases familiares para quienes han seguido sus mítines, incluyó su ya habitual comparación con Al Capone al referirse a la cantidad de investigaciones que ha enfrentado. Pero el tono general fue menos de campaña y más de dirección clara: se acabaron los tiempos del Ejército como laboratorio social.
En medio de un país en transformación, Trump apostó por un mensaje de unidad nacional basado en la fortaleza militar tradicional, la disciplina y el patriotismo. “No necesitamos arribistas ni aduladores. Necesitamos patriotas”, remató, mirando a los cadetes formados ante él.
Mientras tanto, a las afueras del campus, un pequeño grupo de manifestantes ondeaba banderas y sostenía pancartas, aunque su presencia pasó casi desapercibida frente al mensaje contundente que, esta vez, se impuso desde el podio con claridad: el Ejército vuelve a centrarse en lo que mejor sabe hacer.