Ha iniciado un nuevo año y Querétaro se encuentra en un punto de inflexión. El 2025 se vislumbra como un año en el que los retos institucionales y políticos pondrán a prueba la madurez democrática del estado y de la nación. La elección de jueces, magistrados y ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) no anticipa un escenario halagüeño. Por el contrario, se percibe como un proceso que podría vulnerar aún más la independencia del Poder Judicial, sometiéndolo a los vaivenes de intereses políticos que amenazan con debilitar la división de poderes.
Este proceso de designación de figuras clave en el ámbito judicial llega en un momento de fuerte polarización política. A nivel estatal, Querétaro sigue siendo un bastión clave de la oposición al proyecto político encabezado por Morena y sus aliados. Sin embargo, las tensiones entre el partido gobernante estatal y el bloque morenista se han intensificado, llevando los debates políticos al borde de la confrontación.
Los queretanos observan con preocupación cómo las decisiones nacionales y locales parecen estar marcadas más por los cálculos partidistas que por el bienestar de la ciudadanía. La tentación de influir en la impartición de justicia representa un riesgo latente, y si el Poder Judicial pierde su autonomía, las consecuencias podrían ser graves y duraderas.
En el horizonte de 2027, la contienda por la gubernatura ya comienza a perfilarse como el objetivo principal de las fuerzas políticas en disputa. Los actores estatales, conscientes de esta meta, han comenzado a mover fichas, posicionándose en un ajedrez que se juega desde hoy. Las alianzas y las fracturas internas, que se gestan entre bastidores, podrían derivar en un escenario donde los extremos de la polarización se fortalezcan aún más.
Frente a este panorama, el reto para Querétaro es doble: mantener la estabilidad institucional y asegurar un desarrollo económico y social sin dejarse arrastrar por las pugnas partidistas. La ciudadanía no puede ser un espectador pasivo en este proceso. Será necesario que exija transparencia, diálogo y rendición de cuentas a los actores políticos para evitar que la confrontación desgaste el tejido social y la confianza en las instituciones.
Los queretanos han demostrado históricamente ser una sociedad activa y consciente. En este 2025, esa participación será crucial para demandar que las decisiones se orienten al fortalecimiento de las instituciones, no a su manipulación. Las elecciones federales del Poder Judicial nos recuerdan que la democracia se sostiene en cada decisión y que la justicia debe ser un pilar firme, no una moneda de cambio.
La ruta hacia el 2027 apenas comienza, pero el camino que se elija hoy determinará el futuro. Querétaro enfrenta un desafío significativo: ser un ejemplo de estabilidad y democracia o verse arrastrado por los efectos de una politización extrema. Las fuerzas políticas deben comprender que el verdadero triunfo es aquel que se construye sobre la legalidad y el bienestar ciudadano, no sobre las ruinas de la imparcialidad judicial.
Este 2025 será recordado por sus desafíos, pero también puede ser el año en que Querétaro demuestre que, con una sociedad activa y un compromiso democrático firme, es posible resistir los embates de la polarización y construir un estado más justo y fuerte.
La historia no se detiene, y Querétaro aún tiene en sus manos la posibilidad de elegir cómo quiere ser recordado.