Querétaro, un estado reconocido por su crecimiento económico, calidad de vida y relativa estabilidad, ha sido sacudido en días recientes por un evento que ha puesto en jaque a su sociedad y autoridades. La balacera en «Los Cantaritos» no sólo dejó una estela de preocupación entre sus habitantes, sino que también encendió las alarmas sobre un tema que, aunque parecía controlado, nunca dejó de ser latente: la seguridad pública.
Los queretanos están acostumbrados a escuchar noticias de violencia en otras regiones del país, pero el eco de los disparos en una noche que debió ser de tranquilidad festiva rompió la percepción de inmunidad que muchos aún conservaban. Este episodio, lamentablemente, es un recordatorio de que ningún rincón del país está exento de los embates de la inseguridad.
Las nuevas administraciones municipales en el estado tienen frente a sí una tarea monumental. Por un lado, deben reforzar los sistemas locales de seguridad, con estrategias que privilegien la prevención, la inteligencia y la coordinación interinstitucional. Por otro, están obligadas a restablecer la confianza de los ciudadanos, que no sólo exigen resultados inmediatos, sino también una comunicación clara y abierta sobre las medidas adoptadas.
El cambio de administración federal añade una capa más de complejidad a esta coyuntura. La transición es siempre un periodo delicado, pero en un contexto de inseguridad nacional y con una creciente expectativa de los ciudadanos, es imprescindible que los nuevos liderazgos en seguridad tengan un plan integral que contemple las particularidades de cada entidad federativa, incluido Querétaro.
La sociedad también juega un papel crucial en esta ecuación. Es momento de que los queretanos reflexionen sobre su rol como actores activos en la construcción de comunidades más seguras. Esto implica fortalecer los lazos comunitarios, fomentar la denuncia y colaborar con las autoridades en el diseño e implementación de estrategias que atiendan las causas profundas de la violencia.
La seguridad pública no es sólo responsabilidad del gobierno; es un reto colectivo que exige la participación de todos. Pero para que esta colaboración sea efectiva, las autoridades deben liderar con firmeza, transparencia y determinación.
Querétaro está en una encrucijada. El episodio en «Los Cantaritos» debe servir no solo como un llamado de atención, sino como un punto de inflexión que impulse a las autoridades y a la sociedad a actuar de manera conjunta y decidida. La seguridad no puede esperar, y el momento de actuar es ahora. Por el bien de Querétaro y su futuro, este desafío debe ser enfrentado con toda la fuerza y el compromiso que la situación demanda.